"Del interior del que crea en mí brotarán ríos de agua viva" (Jn 7, 39).

domingo, 7 de marzo de 2010

Germán García Velutini, tras un año de secuestro


Germán García Velutini, empresario venezolano y miembro de la Junta Directiva de Fe y Alegría, fue secuestrado en Caracas por un grupo comando el 25 de febrero de 2009. Fue liberado a principios de febrero de 2010, a pocos días de cumplirse un año de ese hecho, tras el pago de una fuerte suma de dinero por parte de su familia. A continuación las palabras que Germán dirigió en la misa de acción de gracias que celebrara la familia Fe y Alegría el 25 de febrero de 2010, exactamente a un año del secuestro:

«Al analizar que estaba secuestrado, lo primero que se me ocurrió fue dar gracias a Dios por haberme dado 54 años de vida feliz, con una familia excepcional y que, quizás, era el momento de tiempos difíciles y de sufrimiento. Que ese sufrimiento debía ofrecerlo a Dios en mi corazón y por muchas personas que, en ese instante, transitaban por situaciones más difíciles que la mía.

Pedí a nuestro Señor que me diera la fe y la fortaleza necesaria para afrontar esta nueva circunstancia de mi vida y para que también, a toda mi familia, en especial a mis hijos e hijas, les diera esa fe y fortaleza que iban a necesitar. Pedí a mis captores que me dieran una Biblia, a lo que accedieron, y a los pocos días me la entregaron.

Comencé a leer, empezando por los Evangelios, las cartas de los apóstoles, el Antiguo Testamento, y así de marzo a agosto la Palabra de Dios fue mi compañía durante muchas horas al día. Y descubrí que hablamos a Dios cuando rezamos y que oímos a Dios, que nuestro Señor nos habla, cuando aceptamos SU inspiración, cuando dejamos guiarnos por EL, cuando leemos sus palabras. Más de una vez, asaltado por una duda o por un interrogante, y mientras pensaba, me sucedía que al día siguiente o algunos días después recibía respuesta; un pensamiento, una lectura. Así conseguía una paz que me es imposible explicar, paz que sólo se siente internamente. Y en esos momentos, una inmensa felicidad de estar con Nuestro Señor se hacía presente.

Les cito un par de ejemplos:

(1) Al comienzo del cautiverio estaba sumamente deprimido por considerarme una “mercancía”. Analicé lo humillante de un canje Persona vs. Dinero. Me preguntaba: ¿Por qué me ocurrió esto a mí, qué sentido tenía este encierro? La respuesta de Papa Dios no hizo esperar: Los secuestradores me enseñaron la noticia de la rueda de prensa de Fe y Alegría. Y me dije: Allá afuera hay gente esperando a que regrese. Tengo que sobrevivir.

En una de las cartas de San Pablo leí ese mismo día: Dios coloca a cada miembro de la iglesia en el sitio que le corresponde. Y me dije: mi sitio es ahora y aquí, rezando por mi prójimo. Desde ese momento mi vida adquirió un sentido positivo: que, aunque solo y sin hablar con nadie, podía hacer algo útil por los demás. Supe que mi oración llegaba a las personas de afuera, de ustedes, me mantenía con fuerzas.

(2) Otro momento fue a finales de agosto. Por alguna razón, me quitaron todas las lecturas, la colchoneta que tenía, y me redujeron las comidas. Pasé un par de días, muy largos, buscando cómo podía sacarle provecho a esa situación. Le pedí a Dios su ayuda. De nuevo su respuesta: Se me ocurrió, como había leído y releído tantas veces la Palabra de Dios, volverla a leer en mi mente. Pese a mi mala memoria, no sólo leí sino que analicé la razón de ser y el porqué de pasajes que recordaba, les busqué aplicación para mi vida. Nuestro Señor me dio la memoria, me dio SU COMPAÑÍA y la compañía de Nuestra Madre Querida, la Virgen , para acompañarme día a día.

Me llenó la certeza que mi vida solitaria, sin mediar palabra con nadie, tenía un sentido. Que lo importante en la vida es servir a nuestro prójimo, y que nuestra oración llega a los demás. Que sí hay una comunicación espiritual con Dios y con todos ustedes, y que esa oración es una forma de servir a los demás.

En diciembre me volvieron a dar la Biblia y, además, me regalaron una estampa de San Miguel Arcángel. Este hecho me convenció que los secuestradores también son hijos de Dios y que no nos corresponde a nosotros juzgarlos. Que, para evitar situaciones similares a ésta y transformar a las personas, el camino no es la represión ni la venganza. Que el camino es la enseñanza de la Fe y el Evangelio a niños y jóvenes. Es aceptar a Dios en nuestros corazones y llevarlo al corazón de nuestros niños y jóvenes. Es pedir a Dios que nos cuide y bendiga para que estemos completamente unidos entre nosotros y con Jesucristo, y así demostrar que a través de una Fe y Alegría podemos construir un mundo mejor.»
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