"Del interior del que crea en mí brotarán ríos de agua viva" (Jn 7, 39).

lunes, 14 de diciembre de 2009

Amparo Medina: Dejó cargo abortista en la ONU para ser activista pro-vida



ASUNCIÓN, 09 Dic. 09 (Tomado de ACIprensa).- La ecuatoriana Amparo Medina sorprendió a la prensa local al revelar la sorprendente historia de su vida. Ella era funcionaria del Fondo de Población de la ONU (UNFPA) y desde su cargo promovía el aborto como "derecho" de la mujer. Sin embargo, ahora dedica su vida a defender la vida y a proclamar que con el aborto la mujer siempre pierde.

En una entrevista concedida al diario paraguayo Última Hora, Medina relató cómo llegó a ser la presidenta de la Red Pro Vida de Ecuador y trabajar contra del aborto y de leyes de salud sexual y reproductiva que promueven los gobiernos en los países de América Latina para introducir esta práctica.

Medina contó que su cambio radical pasó por etapas. Desde su trabajo en la UNFPA constató que los métodos difundidos por la ONU para combatir problemas como el SIDA no daban resultado.

"De las 49 millones de personas oficialmente enfermas de SIDA, más de la mitad afirmaba haber usado correctamente preservativo. Cuando ves esa realidad y sigues entregando preservativo a los jóvenes y se siguen enfermando te preguntas: '¿Cuántas víctimas voy a tener bajo mi conciencia?' Eres atea pero tienes conciencia humana", sostiene.

Luego, enfrentó "directamente al aborto a través de una amiga mía muy querida que experimenta esa realidad y se derrumba totalmente, terminando con un síndrome postaborto muy fuerte. El tercer momento, me veo enfrentada directamente a una experiencia de Dios, a pesar de ser atea".

Medina aseguró que "en la militancia del aborto solo vi muerte, jamás vi una mujer feliz entrar o salir de una clínica de esas. Yo pedía a las mujeres que aborten porque les decía que era su derecho. Para abortar existen miles de pretextos, la pobreza, tu felicidad, que ya tienes muchos hijos, que eres joven".

"Ninguna mujer que ha abortado sale con un título o con un cheque para solucionar sus problemas. Ninguna, después de abortar, puede encontrar un hombre o la felicidad en la puerta del abortuario. Lo único que puede causar el aborto es empeorar tu situación. Lo más cruel que uno puede decir es que matando a su hijo la mujer puede solucionar sus problemas. Eso es mentira", sostuvo.

También afirmó que "hay mujeres, de 40 o 50 años que han abortado y hoy gritan al cielo un hijo. Tienen llenas sus paredes de títulos pero no pueden tener niños. Tenemos un batallón de voluntarios en toda América Latina, en las puertas de un abortuario informando y prestando ayuda a las mujeres. El resultado es que más 200 mil niños, en estos ocho años de trabajo, han sido salvados del aborto. Solamente en Ecuador, en estos últimos años hemos salvado a dos mil niños, solamente estando en las puertas y dándoles una mano".

Según la activista, las organizaciones que buscan imponer el aborto en América Latina impulsan "el control natal. Les permite el manejo de recursos en América Latina, tanto del agua cómo el oxígeno. Lo segundo, es que una población con chicos que viven la sexualidad como si fueran animalitos, que no tienen control sobre su carácter, es una población fácil de manipular. El tercer punto, el más importante, es el avance del 'million sex' (los millones del sexo). Es una empresa gigantesca".

"Al vender sexo te venden pornografía, prostitución, anticoncepción, aborto, y hasta bebés abortados, inclusive por Internet, para sacarles el colágeno con los que elaboran cremas y champú; también para hacer investigaciones en farmacéuticas. Varios médicos se vuelven millonarios vendiendo y haciendo abortos", denunció Medina.

"El aborto más barato cuesta 60 dólares. En Estados Unidos se realizan más de 1 millón de abortos al año y cuestan 300 dólares cada uno. La pastilla de emergencia la compras a 25 centavos de dólar y la vendes a ocho dólares. Los dispositivos intrauterinos (DIU) los puedes encontrar a dos o tres dólares y te los ponen por 25 a 30 dólares. La International Planned Parenthood Federation (IPPF), la que más vende anticoncepción y aborto en América Latina, en el 2007 ganó 77 millones dólares", explicó.

Para Medina, los gobiernos "deben generar propuestas que mejoren la calidad educativa de nuestros países. El nivel educativo está en un promedio de 3 o 4 sobre diez. Las matemáticas y la lectoescritura no están bien impartidas. Entonces, si nuestros niños no aprenden a leer ni a escribir correctamente sería una ignorancia pedir que los mismos maestros, que ni siquiera están bien instruidos, enseñen a los chicos a usar anticonceptivos, que lo único que van a hacer es matarlos".

Además, urgen políticas de salud, "donde se creen más maternidades y espacios donde los chicos sepan lo que son las enfermedades de transmisión sexual. Que se diga la verdad, que se les diga que existen 55 tipos de enfermedades de transmisión sexual en el ambiente. Que las enfermedades de transmisión sexual no tienen que ver con el uso de preservativo solamente, porque hay enfermedades que se transmiten piel a piel, como el virus del papiloma humano que causa cáncer de útero".

"Que la clamidia es una enfermedad incurable que te deja estéril para toda tu vida. Eso es lo que le tienen que decir y no: 'Ten sexo libremente'. Finalmente, lo más importante dentro de las políticas es apoyar a las familias, es decir, que las familias grandes puedan tener, por ejemplo, rescisión de impuestos, sistemas accesibles de compras de casas, o sea, apoyarlas", concluyó.

Testimonio de una religiosa de clausura

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Abby Johnson - Directora de una clínica abortista se convierte


Una campaña en EEUU reivindica 542 vidas salvadas y 8 abortistas arrepentidos

(Tomado de ZENIT.org).- BRYAN, 3 de noviembre de 2009. Abby Johnson, exdirectora de un centro de Planned Parenthood en Estados Unidos, abandonó esta organización abortista tras ver el aborto de un niño, y ahora trabaja con aquellos que rezaban por su conversión.

Johnson, de 29 años, trabajó para Planned Parenthood durante ocho años hasta que vio, a través de una transmisión por ultrasonidos, un feto “estrujado” al ser aspirado del vientre de su madre el pasado mes de septiembre.

El 6 de octubre, dejó su trabajo como directora del centro de Bryan (Texas). Y fue a la Coalition for Life (Coalición por la Vida), un grupo provida que en ese momento estaba participando en diversas ciudades de los Estados Unidos en la campaña “40 Días por la Vida”.

David Bereit, el director nacional de “40 Días por la Vida”, explicó a ZENIT que en la última campaña, que acabó este domingo, otros siete trabajadores de clínicas abortistas abandonaron su profesión, y además se salvaron 542 vidas.

Y “esos son sólo los casos que nosotros conocemos”, añadió, resumiendo los resultados inmediatos de la campaña que ha unido a 212 ciudades de 25 estados, a 5 provincias de Canadá y a Dinamarca.

El programa actual de los “40 Días” comenzó en la clínica de Bryan en el año 2004 como una iniciativa basada en la oración y el ayuno.

Los colaboradores provida se han concentrado frente a este centro de la organización Planned Parenthood durante seis campañas hasta la fecha, celebrando una oración de un día entero por los que se plantean y defienden el aborto.

Bereit afirmó: “Desde la primera campaña en 2004, hemos rezado por Abby -y por todos los que trabajan en el aborto- para que ella pudiera llegar a ver lo que en realidad es el aborto, y abandonara este negocio de la muerte”.

“En este caso, esas oraciones han sido respondidas -continuó-. Estamos muy orgullosos de la valentía de Abby al dejar la industria del aborto y anunciar públicamente las razones por las que la dejaba”.

También destacó que la historia de su conversión “demuestra la importancia de una presencia orante constante y pacífica frente a las instalaciones del aborto”.

Punto de ruptura


Johnson, que ahora está apareciendo en programas de radio y televisión de todo el país, explicó que experimentó un “cambio de corazón respecto a esta cuestión”, informó “40 Días por la Vida”.

Ella explicó: “En los últimos meses, había visto un cambio en las motivaciones del impacto financiero de los abortos y realmente alcancé mi punto de ruptura tras presenciar un tipo concreto de aborto a través de ultrasonidos”.

“Yo sólo pensé: No puedo hacer esto nunca más; y fue como un flash que me golpeó y pensé: esto es todo”, dijo a KBTX.com.

Johnson, episcopaliana, describió este momento como una “conversión definitiva” de corazón, una “conversión espiritual”.

También explicó que, a pesar de que inicialmente se había involucrado con Planned Parenthood porque quería ayudar a las mujeres, había estado dudando porque el centro estaba cambiando su modelo de negocio.

“El dinero no estaba en la prevención”, afirmó, “el dinero estaba en el aborto”.

Johnson señaló a FoxNews.com que actualmente ella estaba recibiendo instrucciones de sus jefes regionales para incrementar el número de abortos realizados, para aumentar los beneficios.

“Cada reunión que teníamos era “No tenemos suficiente dinero, no tenemos suficiente dinero, tenemos que mantener esos abortos que vienen” -explicó-. Es un negocio muy lucrativo y por eso quieren incrementar los números”.

A pesar de que el antiguo puesto de trabajo de Johnson sólo practicaba abortos dos días al mes, cada día estaba allí el doctor, y podía hacer más de 40.

Ahora, Johnson está ayudando a mujeres, pero desde el otro lado. Ella empezó rezando con voluntarios, en el exterior de Planned Parenthood, por aquellos que antes eran sus compañeros.

El poder de la oración

El director de Coalition for Life, Shawn Carney, afirmó: “Esto está siendo realmente un testimonio del poder de la oración y de la valentía de Abby para dejar un trabajo que ella sentía que no podía mantener con buena conciencia”.

“Ha sido una alegría para todos nuestros voluntarios que han rezado fuera de la clínica por la conversión de los trabajadores de la clínica, ser testigos de que las conversiones realmente suceden”.

A pesar de que Johnson todavía no ha encontrado otro trabajo, ha estado colaborando estrechamente con Carney y con otros miembros de la coalición.

Bereit explicó a ZENIT: “La gente provida está acogiendo a estos antiguos trabajadores del aborto con amor y con los brazos abiertos”.

Y añadió que la web de su organización ha publicado en sus blogs centenares de comentarios de personas de todo el mundo que están expresando su apoyo a Abby.

Bereit destacó que esta conversión tendrá resultados de largo alcance, “realmente alentará a otras ciudades a llevar a cabo múltiples campañas “40 Días por la Vida”, y presencias orantes regulares”, incluso cuando el programa no esté en marcha.

Y continuó: “Nos hemos comprometido a presionar hasta el día en que ninguna mujer llore y ningún niño muera”.

También explicó a ZENIT que se han planificado dos nuevas campañas para el 2010, una durante la Cuaresma, que empezará el 17 de febrero, y otra en otoño, del 22 de septiembre al 31 de octubre.

“Además -añadió Bereit-, “40 Días por la Vida” está desarrollando activamente herramientas y recursos para formar, capacitar y dar autoridad a los provida locales para ampliar y expandir el impacto de sus esfuerzos”.

domingo, 25 de octubre de 2009

Entrevista a Tim Guénard, autor de "Más fuerte que el odio"

Cuando tenía tres años su madre le abandonó atado a un poste de electricidad. A los cinco años su padre le dio una paliza que le retuvo en un hospital hasta los siete años. El resto de su infancia la pasó de una casa de acogida a otra, hasta que, ya en la adolescencia y tras varias estancias en la cárcel para menores, vivió la ley de la calle para subsistir. Con esa vida, lo único que le animaba a seguir era el deseo de matar a su padre. Pero el “Big Boss” –como llama a Dios– y el encuentro con personas clave hicieron que su camino diese un giro de 180 grados hacia el perdón y el amor.

Tim GUÉNARD fue un niño rechazado y maltratado por las personas que más le importaban: sus padres. Como su familia no quiso hacerse cargo de él, entró en un orfanato a los siete años donde tampoco nadie lo quiso adoptar. Sufrió el maltrato y el desprecio de las personas encargadas de su cuidado y acabó en un hospital psiquiátrico por un error administrativo. De allí fue a parar a un reformatorio, donde aprendió a pelear y a odiar al mundo entero… Sólo las ganas de matar a su padre le mantuvieron en pie, convertido ya en todo un delincuente de 12 años.

El círculo vicioso siguió su curso con más huidas, maltratos físicos, vivencias en la calle, una violación y las mafias de la prostitución. Pero a los 16 años, una jueza –“la señora jueza”– fue la primera persona que realmente se ocupó de él; le consiguió un trabajo como aprendiz de escultor de gárgolas y, con esta profesión, Tim comenzó a ser alguien.

Tras cumplir la mayoría de edad, el encuentro con otras personas clave le llevaron por un camino de renovación, de perdón y superación de aquella dramática espiral que asoló toda su vida.

Apoyado en el “Big Boss”, Tim es hoy un hombre de casi 50 años, que vive en el sudeste de Francia, cerca de Lourdes, y que está felizmente casado con Martine, con quien tiene cuatro hijos. Un hombre que acoge en su propia casa a personas con problemas, a las que orienta y da ánimos para que encuentren nuevos motivos para vivir, ofreciéndoles un techo y una mano amiga. Un hombre que no olvida la promesa que se hizo en su ¬adolescencia: acoger a otros con las mismas necesidades que él sufrió.

Pero la misión de Tim no sólo se desarrolla en Francia, el culmen de su renovación interior fue escribir un libro autobiográfico (Más fuerte que el odio. Gedisa, 2003), donde desgrana con sencillez y sinceridad la historia de su vida. A partir de entonces, acude a donde le llaman para narrar su experiencia, demostrándole al mundo que “el hombre es libre de alterar su destino”.

Cuando piensa en su infancia, ¿cuál es su peor recuerdo?

El peor es haber estado tres años en la cama de un hospital por culpa de los golpes que me dio mi papá. Cuando bebía, no sabía lo que hacía y me pegaba sin darse cuenta. Lo que más me dolió es que durante ese tiempo de convalecencia, nunca tuve una visita.

Un día en el hospital, vio que a su compañero de habitación se le cayó el envoltorio de uno de los regalos que recibió. Usted cogió ese papel y lo escondió. Cuenta en su libro que, a pesar de su situación, este simple papel le ayudó a salir adelante...

Sí, eso fue lo que me ayudó. El papel tenía el dibujo de un tren con vagones llenos de juguetes y un oso de peluche que movía su brazo. Lo escondí en los baños del final del pasillo y todos los días me arrastraba hasta allá (no podía andar) para ver mi papel a escondidas; me daba la impresión de que el osito me decía “¡Hola Tim!” y que me daba las buenas noches al final del día. Para mí era la única visita (esto demuestra que lo que desechan los demás puede ser importante para otros). Ese papel me dio un poco de calor y suscitó en mí el deseo de volver a caminar. Gracias a ese esfuerzo para ver mi papel de regalo, aprendí a andar nuevamente.

¿Qué se necesita para superar una situación como la que describe?

Siempre es necesaria la motivación. Yo soñaba que habían metido a mi papá en una lavadora y que llegaba todo nuevo. ¡Tenía tantas ganas de un beso!, o de una mirada, un gesto; pero tristemente nunca llegó... Un día ya no tuve ganas de eso, tuve ganas de vivir para matarlo; y el odio me dio fuerza.

Sin embargo, insiste en que el odio y la violencia no son genéticos, ¿cómo romper ese círculo vicioso?

Si una persona no sale de su entorno, no se da cuenta de cómo es en realidad y, por desgracia, reproduce esas actitudes inconscientemente. Cuando ves a personas que quieren y son queridas eso te ayuda a no reproducir malas conductas. Para los que no tienen cariño, ver a gente con amor es como mirar ese escaparate donde no se puede comprar. Sin embargo, puedes decir: “pues yo algún día viviré de otro modo”. Yo no he reproducido la violencia simplemente porque encontré a gente que me hizo desear cosas más positivas.

¿Qué le permitió olvidar y perdonar?

Ha sido un camino imprevisto en el que encontré a gente que dice en voz alta lo que tú piensas en bajito. Esos que van unos pasos por delante de ti, que han tenido una vida difícil y que ahora tienen una vida muy bella. Me preguntaba por qué y pensaba que yo también tendría una vida así en el futuro. Esa gente te da ambiciones, incluso sin que tú lo sepas. Por eso la mejor manera de ir en contra del destino es ir al encuentro de los demás; porque te dan ilusiones y te enseñan que la vida tiene otro paisaje.

Usted acoge en su familia a jóvenes con problemas, ¿qué les ofrece a diferencia del DASS (el servicio del Estado para niños abandonados)?

Es muy importante que esos jóvenes vean que la vida no es una fantasía, que hay otro modo de existir, que cuando uno comete un error puede pedir perdón e intentar no volver a hacerlo. Para que ellos se convenzan, lo tienen que ver en la práctica. Nosotros acogemos a los jóvenes y delante de ellos vivimos como una familia normal, por eso no es difícil para ellos imitarnos. Si fuéramos gente “perfecta” sería difícil imitarnos, pero justamente los roces que tenemos en la familia nos dan la oportunidad de crecer. Por eso, los jóvenes piensan: ¿y si yo también fuera capaz de mejorar?

¿Qué les diría a los jóvenes para animarlos a mirar más alto?

A los que tienen la suerte de tener una familia, les diría que es importante respetarla, honrarla y aceptarla; que ni aquellas personas a las que más queremos son perfectas. Muchas veces pregunto a la gente: “¿les has dicho a tus padres o a tus hijos que los quieres?”. Y la gente me dice: “ya lo saben”. Para criticar y decir lo malo, la gente no pone medida; sin embargo, cuando toca decir “te quiero” o “estoy orgulloso de ti” muchos se callan. Se anima a los futbolistas o a los ciclistas, pero es necesario que nos animemos entre nosotros. No es necesario ser un famoso para que alguien te anime. Y cuando los jóvenes ven eso, se producen cambios extraordinarios.

¿Qué influencia ha tenido su esposa sobre usted?

Mi mujer viene de un entorno completamente distinto, en el que no había problemas ni confusiones. Ella es diferente: es sencilla y vive sin complicaciones mentales. Conocía cosas que yo desconocía, tenía valores que me atraían... a veces los extremos se atraen. Y, ante todo, tuvo una mirada bella sobre mí porque si algunas veces soy guay, otras soy muy tonto. Cuando hablábamos yo le decía: “confía en ¬mí y ya verás. Cambiaré”. Algunas cosas las cambiaba fácilmente pero en otras tenía que ponerme tres o cuatro veces. Ella ha tenido la paciencia y la delicadeza de creer en mí, incluso cuando yo dudaba de mí mismo.

¿Y sus hijos?

Los hijos son un regalo hermoso. Hay espejos para mirarse, peinarse y vestirse, pero el espejo para cambiar tu vida está en aquellos que más quieres. Porque uno solo no puede verse a sí mismo. No es suficiente con decirte que vas a cambiar. Los niños exigen que no te des a medias. Ser adulto es fácil, pero para ser una gran persona, se necesita a los niños.

Mis hijos me decían que no hubieran querido tener otro papá y eso me hacía sentir muy orgulloso. Me decían: “papá, has cambiado mucho, eso está muy bien, ya no te peleas”. Yo les digo a mis hijos: “si papá hace algo bien, decírselo; y si hace algo mal, también”. Mi reto es mejorar cada día.

Ha tenido momentos duros pero también luces en la oscuridad: encuentros hermosos como, por ejemplo, con la Madre Teresa de Calcuta en Roma...

Pues yo no lo hice a propósito, no sabía ni quién era. Para mí era una anciana. Eso es otro ejemplo de lo que ha pasado en mi vida: tener encuentros que si los hubiera buscado nunca los habría vivido. Para mí son caricias del “Big Boss”; la vida no sólo te trata mal, eso únicamente pasa en las malas películas. En la vida real, cuando se escucha a la gente que se ha levantado después de vivir situaciones difíciles, uno se da cuenta de que nadie se levanta solo. Yo mismo he tenido personas en mi camino: el indigente que me enseñó a leer, papá Gaby (su padre adoptivo de los servicios sociales del Estado), la buena jueza y el padre Thomas. Todos son como regalos. El regalo más bonito en la vida son las personas que uno ha querido y quiere; y se necesita la vida entera para conocerlas.

Cuando expone su testimonio de vida, ¿cree que ayuda a las personas que tienen problemas?

Yo nunca pido dar ninguna charla pero hay gente que me invita. Recibo muchos correos de personas que han cambiado su vida porque se dicen: “si Tim lo ha conseguido, yo también puedo”. Mucha gente afirma que mi testimonio le ha dado sentido a su vida. Algunos han dejado de beber o de ser violentos y vienen a darme las gracias. Pero yo no he hecho nada. Por ejemplo, la gente lee mi libro y piensa: “Tim no es mejor que yo, así que igual yo también puedo cambiar”.

Por desgracia, se necesita tiempo para que los demás se den cuenta de las cosas, por eso la gente no tiene que desesperarse a la hora de hacer el bien. El campesino, cuando siembra, no va al día siguiente a su campo a echarle la bronca a la tierra y a pedirle que se dé prisa en dar frutos. El amor que se da en este mundo es similar: no es para gente que tiene prisa.


lunes, 19 de octubre de 2009

Javier Sartorius: tenista, surfero, profesor de artistas de Hollywood, hare krisna y, por fin, monje


Tomado de Religion en Libertad - Autor: Pepe Álvarez de las Asturias/Alba

Rafael Arnaíz fue un joven artista de familia aristocrática que lo dejó todo para ingresar en la orden trapense; murió en 1938, a la edad de 27 años. El Hermano Rafael fue canonizado el pasado 11 de octubre, pero no es el único caso de un joven de alta cuna que dejó el mundo. Javier Sartorius abandonó su pasado tras los muros de la vida monástica.

Tres de la mañana. Una noche lluviosa y lúgubre de julio. Después de más de dos horas subiendo el abrupto camino, en plena oscuridad, un peregrino se detiene ante la imponente puerta de madera del milenario Santuario de la Virgen de Lord, a 1.180 metros de altitud, en el prepirineo leridano. El peregrino golpea la pesada aldaba una y otra vez hasta que los sorprendidos habitantes de la Comunidad abren la puerta.

«¿Cómo te llamas?» pregunta uno de ellos. «Javier» contesta el peregrino. «¿Javier qué?» insiste el monje. «Sólo Javier». Sin apellidos, sin pasado. Esa noche, después de toda una vida de búsqueda e inquietudes, Javier dio el paso definitivo hacia sí mismo, hacia el silencio, hacia el vacío material. Hacia Dios.

Javier Sartorius Milans del Bosch era un joven extrovertido, apuesto, de noble cuna, carismático y deportista. El «zurdo de oro». Legendarios eran sus partidos de tenis con su hermano Fernando en Zarauz y Madrid; y el día que ambos arrebataron dos juegos a la pareja Casal-Sánchez Vicario, el Tenis de San Sebastián rebosó de pancartas y vociferantes «hooligans» (todos familiares y amigos) rendidos ante la hazaña de sus héroes. Juntos, Javier y Fernando, marcharon a Estados Unidos a estudiar Administración de Empresas, carrera que abandonaron casi al empezar para dedicarse a surfear las olas de California, ganar campeonatos de pádel, dar clase a las estrellas de Hollywood y, de paso, ingresar unos dólares vendiendo aspiradoras a domicilio o cuidando jardines. Sol, playas, diversión, chicas, deporte. Javier lo tenía todo. O no.

Fue precisamente en Los Ángeles donde Javier comenzó a sentir una creciente inquietud por la vida espiritual, un poco confusa al principio (llegó a pasar por el Hare Krisma). En 1989 fue Campeón USA de pádel; el año siguiente, misionero en Cuzco con Los Siervos de los Pobres del Tercer Mundo. Fue tal el shock espiritual que provocó la vida de pobreza y sacrificio absolutos, que decidió entrar en el seminario, en Toledo. Pero Javier no estaba hecho para estudiar («ni siquiera se puede copiar», decía) y tampoco para el sacerdocio. A él le iba más la vida contemplativa, la oración, incluso la soledad, a pesar de su personalidad extrovertida. Un compañero de seminario le habla entonces de la Comunidad de Lord y es allí donde encamina su vida, dejando todo su pasado atrás. Sólo quiere encontrarse a sí mismo.

«Algún día en cualquier parte, en cualquier lugar indefectiblemente te encontrarás a ti mismo, y ésa, sólo ésa, puede ser la más feliz o la más amarga de tus horas» (P. Neruda). Ese día resultó ser una lluviosa noche de julio de 1992; cualquier lugar, el Santuario de Lord. Y no fue la más amarga, sino la más feliz de sus horas. Y aunque dejó su pasado al otro lado de la puerta, su personalidad entró con él. Javier revolucionó, a su manera, la tranquila y silenciosa vida de los monjes. «Tenéis el cuerpo abandonado» sentenció, y montó un gimnasio, bastante primitivo, pero que aún hoy mantiene en forma al padre Jordana, a sus 90 años. Incluso llegó a conquistar a las monjitas de clausura, cuyas puertas se abrieron por primera vez a un varón en mil años de historia; «Vamos a hablar con ‘Sor Javier’», decían en el recreo, a pesar del estricto silencio impuesto. También revolucionó su vida: de la raqueta a la azada; de las fiestas playeras al estricto régimen de oración y estudio de la Biblia; de entrenar a las estrellas de Hollywood a pastorear un rebaño con más de 100 ovejas, a las que había puesto nombre una a una; del cálido sol californiano a los 10 grados bajo cero de su celda. Él era feliz así, viendo a Dios en lo cotidiano, con su trabajo, su oración, su soledad, su Cruz desnuda, como la de Cristo. No necesitaba nada más («había una persona tan pobre, tan pobre, tan pobre que sólo tenía dinero», le encantaba decir). Su familia lo apoyó devotamente; excepto su padre, que no llegó a entenderle. Entregándose a todos, robusteciendo su fe, Javier pasó los siguientes años en Lord. Disciplinado y perfeccionista, aceptó volver al seminario en Barcelona, que esta vez superaba con brillantes calificaciones, incluido el latín, aunque sin pretender en ningún momento abandonar su vida monástica cuando recibiera las sagradas órdenes (una vez más rompiendo normas).

Ya en 2006, una dolencia gástrica acabó convirtiéndose en su verdadera cruz, primero de dolor y finalmente de muerte. El 21 de junio moría en el monasterio cisterciense de San Miguel de Dueñas, donde era tratado de su enfermedad. Tenía 44 años. En el silencio del Monasterio, sólo mitigado por el tenue cántico de los monjes, ante el cuerpo inerte de su hijo, el padre de Javier sollozó, «Ahora lo entiendo todo».

Es curioso, pero a pesar de su juventud y de haber elegido la vida monacal, solitaria, de espaldas al mundo, Javier dejó su impronta grabada en las almas de miles de personas a lo largo de su vida, y después de su muerte. Tenía una energía especial, contagiosa y benefactora, que legó a todos los que le conocieron y quisieron. Y que aún hoy llega con fuerza a todos los que le rezan.

Un campeón de Cristo.
«Puedes ser tenista de fin de semana. Pero para jugar en primera, hay que entrenar duro todos los días, y muchas horas. Sólo así se gana», solía decir. Javier fue un campeón en todo cuanto hizo, en el trabajo físico, en la oración, en el estudio, en la caridad, en la simpatía, en el cariño hacia su familia… y sobre todo, en su amor a la Cruz, en su entrega a Cristo. Ahí sí que ganó.

domingo, 11 de octubre de 2009

Las confesiones de un sacerdote gitano, Juan Muñoz Cortés


Tras superar discriminaciones y un cáncer, afirma ser “el más feliz”

BARCELONA, domingo 11 de octubre de 2009 (ZENIT.org).- Ni los cachetes de su padre, ni las burlas de sus amigos, ni la discriminación por parte de algunos compañeros en el seminario ni un grave cáncer han podido apartar a este joven gitano de su anhelada vocación sacerdotal.
Nacido hace 35 años en el barrio marginal de La Mina, en Barcelona, Juan Muñoz Cortés sintió desde los doce años la vocación al sacerdocio, una llamada en la que han intervenido personas concretas que ocupan un lugar preferente en su corazón, pero también fuertes experiencias espirituales.

Lo explica en la siguiente entrevista con ZENIT, que, en el Año Sacerdotal, ofrece las "confesiones" de cardenales, obispos y sacerdotes sobre su vocación. La serie fue abierta por el cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado de Benedicto XVI.

--¿Cuándo empezó a sentir la llamada a la vida sacerdotal?

--Juan Muñoz: En el colegio descubrí una sensación por la figura de Jesús de Nazaret y empecé a interesarme por ella, gracias a la profesora de religión, una monja Hija de la Caridad, con quien tuve una charla.

A los doce años, una noche, me vino como una luz, una imagen de Cristo, que lloraba constantemente; y empecé a llorar.

Eran las tres de la mañana. Estaba en mi habitación, al lado de mi hermano. Mis padres se levantaron y me preguntaron: "¿Qué te pasa?, ¿qué te duele?".

Y respondí: "Lloro de alegría porque en mi cabeza se me ha representado un señor con barba y con lágrimas, llevaba una corona".

Poco a poco fui descubriendo mi vocación, hasta que un día, un sacerdote me preguntó, intuitivamente: "¿Por qué no eres sacerdote? ¿Te has planteado alguna vez la vida sacerdotal, de servicio a la comunidad?".

Yo no le había comentado nada antes por vergüenza y, en aquel momento, me sonrojé y no supe qué contestar. A partir de ahí, todo evolucionó.

El acompañamiento personal es muy importante para que la persona, el joven, descubra su vocación. A través de los testimonios de sacerdotes, monjas y laicos, podemos ver la vocación.

--¿Cómo reaccionó su familia?

--Juan Muñoz: Cuando les dije que quería ser sacerdote, se sintieron muy mal. Me dieron que no, que me tenía que casar y tener hijos.

Yo soy del pueblo gitano y, para mi familia, que un hijo no se case y no tenga descendencia resulta un poco chocante.

El hecho de que mi familia no aceptara mi vocación me hizo entrar en crisis. Estuvieron algún tiempo sin hablarme, incluso recibí algún cachete de mi padre. Él no aceptó mi vocación hasta el momento de su muerte.

Pero entonces, en la UCI, después de pedir la extrema unción y confesarse, me pidió perdón y me dijo: "Me voy con Dios y voy a rezar por ti, para que seas sacerdote; desde el cielo te ayudaré".

Yo sólo le dije que le perdonaba y que se fuera en paz con Dios. Me parece que Dios me quiso dar este gran testimonio de mi padre antes de morir. Fue muy bonito. La muerte de mi padre me marcó muchísimo.

Y ahora, gracias a Dios, la cosa va muy bien. Mi madre y mis dos hermanos están muy contentos.

--¿En su camino hacia el sacerdocio, sintió dudas?

--Juan Muñoz: Toda mi vida, desde los doce años, he querido ser sacerdote, pero ha habido muchísimas dificultades, evidentemente.

Por ejemplo, me escondía para ir a Misa porque mis amigos se reían de mí. Incluso dejé de ir a la iglesia durante dos años porque pensaba que la llamada a ser sacerdote era una obsesión mía.

En ese tiempo, salí con una chica. Le advertí que yo tenía vocación para ser sacerdote, pero estaba en duda. Ella respondió que lo respetaba, aunque no lo compartía.

Pero llegó un momento en que tuve que decirle: "Lo siento mucho, pero no puedo más: hay como un agujero entre tú y yo, y lo único que me puede llenar en mi vida es servir a los demás, a los más necesitados, y seguir el camino por el que Dios me ha ido llevando desde hace años, que es ser sacerdote, que es estar con él muy intensamente".

Ella se sintió mal, incluso pasó una depresión, pero salió de ella y ahora nos llevamos muy bien. Está casada, tiene hijos y, gracias a Dios, todo ha evolucionado bien.

--¿Qué otras dificultades tuvo que afrontar en el seminario?

--Juan Muñoz: El hecho de que mis amigos no me aceptaran al entrar en el seminario me ha marcado muchísimo y me ha afectado en mi vocación.

Por otra parte, yo soy gitano, y por ello me he sentido marginado por compañeros del seminario, e incluso por algunos sacerdotes que no me aceptaban.

Me decían que vamos siempre sucios, lo típico. Alguien llegó a decirme que me tenía que ir a la Iglesia evangélica por ser gitano.

Pero yo, con la ayuda de Dios, con mi oración directa con Él, que siempre me ha ayudado, que me decía en mi interior: "no te preocupes, tú continúa adelante, a pesar de las crisis, a pesar de los momentos difíciles, estoy contigo", mira hasta dónde he llegado.

Aunque creo que poder llegar a ser sacerdote ha sido obra de Dios.

Me ordenaron sacerdote en la Basílica de Santa María del Mar, con dos compañeros más. Asistieron 1.600 personas y unos 140 sacerdotes.

Y ahora soy la persona más feliz. Vivo el sacerdocio con mucha plenitud, como si esto lo buscara desde siempre.

--¿Qué ha sido lo más duro, en este proceso?

--Juan Muñoz: Lo más duro fue que, cuando ya era diácono, los médicos me diagnosticaron un cáncer. Me chocó muchísimo y entré en una crisis.

Realmente, la enfermedad la descubrí en sueños. En ellos, mi padre, que ya había fallecido y estaba junto a una señora que iluminaba, aunque yo no le veía la cara a ella, me avisaba: "Ve al médico".

Se lo expliqué a mi madre, que también me animó a visitar al médico. Y al tercer día de tener estos sueños, sentí un dolor fuerte, que me asustó. Entonces sí fui al médico y me lo detectaron.

Se trataba de un cáncer muy agresivo. El médico me advirtió que debían operarme, aunque podía haber mucha metástasis y a lo mejor no salía del quirófano.

Me rebelé contra Dios. Le pregunté por qué cuando llegaba a mi plenitud, a lo que más había soñado, a ser sacerdote, me llegaba un cáncer, del que quizás no iba a salir.

Entonces le dije a mi director espiritual que quería ir a Lourdes y me encomendé al doctor Pere Tarrés.

Fuimos a Lourdes, dormimos en una posada pasando mucho frío, y a la mañana siguiente, celebramos la Misa en la Gruta y fuimos a las piscinas.

En las piscinas, sólo estábamos él y yo. Cuando me tocó a mí meterme en el agua, sentí una sensación muy rara y empecé a llorar.

Uno de los voluntarios me preguntó qué me pasaba. Le conté el problema que tenía, le dije que no quería morir, que tenía miedo. Y él me respondió: "Ya verás como la Virgen te va a curar; tú reza aquí".

Me bañó y después empecé a llorar otra vez. Me quedé allí unos minutos rezando ante la imagen de Lourdes. Y salí de allí transformado.

Entonces le dije a mi director espiritual: "La Virgen me ha curado, siento mucha paz en mi interior". Se quedó sorprendido.

Al volver a Barcelona, incluso los amigos que me venían a ver me preguntaban qué me pasaba, y me decían: "Estás cambiado, estás como iluminado".

Cuando los médicos me abrieron, vieron que no había metástasis. Y no me han aplicado quimioterapia ni radioterapia, ni tomo ninguna medicación, aunque sí me van realizando controles. Para mí, fue un milagro.

--¿Qué experiencias, positivas y negativas, le han sorprendido en el año y medio que lleva como sacerdote?

--Juan Muñoz: Yo pensaba encontrar más respeto, amor y entrega entre los compañeros sacerdotes, pero me he llevado un poco de decepción al sentir como una desunión entre los sacerdotes, no sé si es como una soledad por el hecho de que los sacerdotes diocesanos viven solos.

Pero a la vez he conocido a gente estupenda que me ha apoyado en todo; personas de todo tipo, de toda cultura, de toda raza, jóvenes y ancianos, de los que he aprendido muchísimo.

Realmente he visto el rostro de Dios en esas personas. No me llegaba a imaginar cómo puede hablar Dios a través de las personas.

Algunas personas, curiosamente sobre todo mujeres, me han marcado mucho y me han proporcionado ayuda de todo tipo -espiritual, económica,...- para llegar a ser sacerdote.

Pienso en la relación de María Magdalena con Jesús, supongo que ella le consoló muchas veces y le ayudó con sus palabras, cuando se sentía incomprendido, desprotegido e incluso solo, a sacar fuerzas y pedirle a Dios que se hiciera su voluntad.

Recuerdo por ejemplo un gran amigo, que ahora trabaja en el obispado, con el que compartí las vísperas de mi ordenación sacerdotal.

Yo no podía dormir. Nos abrazamos, lloramos juntos y estuvimos hablando de Dios, de la entrega total que iba a hacer, al consagrar toda mi vida a Dios y a los más necesitados.

Y lo más maravilloso ha sido llegar a la plenitud de ser sacerdote. Lo vivo con muchísima intensidad. A veces las palabras no bastan.

Vivo con mucha pasión la entrega de la Eucaristía. A veces me emociono al cantar el prefacio.

--¿Y qué ha sido lo más impactante, de su vida sacerdotal?

--Juan Muñoz: El tanatorio. Estoy colaborando en los servicios funerarios de Barcelona y me ha impresionado muchísimo el dolor de las personas, y poder transmitir una esperanza, una fe en la otra vida a personas que sufren el dolor de la muerte de un ser querido, que se sienten solas, que se sienten abandonadas por Dios.

Que entren llorando amargamente y salgan con fe, dándote las gracias porque has transmitido un testimonio y un mensaje de Cristo vivo y una esperanza en la otra vida, a mí es lo que más me ha impresionado.

Incluso he casado a personas que he conocido en el tanatorio y he hecho muchos amigos que se han empezado a confesar conmigo y les estoy haciendo como de guía espiritual.

Si el sacerdote es una persona que reza y se entega a los demás, es la personas más feliz.

[Por Patricia Navas]

Tomado de ZENIT.org

viernes, 25 de septiembre de 2009

Obispos lamentan que reprobación contra el Papa haya seguido curso en el Parlamento Español


Tomado de ACI Prensa

MADRID, 24 Sep. 09 (ACI).- En una nota del Comité Ejecutivo de la Conferencia Episcopal Española (CEE) dada a conocer este jueves, los prelados lamentaron "profundamente que en su día se haya admitido a trámite y que hoy se haya votado en comisión parlamentaria una reprobación de las palabras y de la actuación" del Papa Benedicto XVI por sus afirmaciones sobre la lucha contra el SIDA, en su viaje a África.

En aquella oportunidad, Benedicto XVI explicaba que la labor de la Iglesia Católica en la lucha contra el SIDA es esencial, y que este esfuerzo es doble: el primero consiste en "una humanización de la sexualidad, es decir una renovación espiritual y humana que lleve consigo un nuevo modo de comportarse el uno con el otro, y segundo, una verdadera amistad y sobre todo con los que sufren".

Además de lo indicado, el Santo Padre señalaba –en una respuesta que un sector de la prensa dio a conocer de manera sesgada y sin la amplitud debida para este delicado tema– "que no se puede superar este problema del SIDA solo con slogans publicitarios. Si no existe el ánimo, si los africanos no se ayudan, no se puede resolver el flagelo con la distribución de preservativos: al contrario, el riesgo que se corre es el de aumentar el problema".

Diversos gobiernos rechazaron las expresiones del Papa y el Parlamento español discutía una iniciativa que fue impulsada por Izquierda Unida y por Iniciativa per Catalunya Verds (IU-ICV). Esta medida fue rechazada finalmente.

Con este tipo de posturas, dice la nota de la CEE, el "Parlamento pone en peligro el principio de la libertad religiosa. En efecto, la justa distinción entre Estado y sociedad y, más en concreto, entre Estado e Iglesia y entre el orden político y el orden moral, exige que las instituciones del Estado se abstengan de intervenir en el libre desarrollo de las instituciones religiosas, y en nuestro caso, de la Iglesia Católica, mientras no esté probado que atenten contra el orden público".

"Tratar de interferir por medio de reprobaciones políticas parlamentarias en la guía moral que el Papa ejerce en la Iglesia mediante su Magisterio ordinario, contradice seriamente el principio de no intervención y lesiona el derecho de libertad religiosa", añade el texto.

Seguidamente los obispos afirman que "la Iglesia Católica, al exponer la doctrina moral que se deriva del Evangelio, contribuye a la formación de las personas como verdaderos sujetos responsables y como ciudadanos capaces de colaborar en la consecución del bien común. El Magisterio de la Iglesia propone a los católicos y a todos los hombres unos principios de vida que no quiere ni puede imponer a nadie, pero que no dejará de anunciar con toda libertad de acuerdo con la misión recibida".

Finalmente expresan al Santo Padre "el afecto y la adhesión más cordial de los obispos y de todos los católicos españoles".

Para leer las respuestas completas del Papa sobre la lucha contra el SIDA, ingrese a: http://www.aciprensa.com/noticia.php?n=24718

sábado, 29 de agosto de 2009

Antonieta Raco, nuevo caso de curación inexplicable en Lourdes


Nueva curación inexplicable en Lourdes: la historia de Antonietta Raco
Su testimonio y el de su obispo

Tomado de ZENIT.org

LOURDES, viernes 28 de agosto de 2009 - La italiana Antonietta Raco, paralizada desde el año 2005, ha sido curada de una esclerosis lateral amiotrófica (ELA, como la suelen denominar los especialistas) a raíz de una peregrinación a Lourdes, este verano, anunció su obispo, de la diócesis de Tursi-Lagonegro, monseñor Francescantonio Nolé.

"Es un don del Señor a través de su santísima Madre", ha declarado el obispo que guiaba la peregrinación. Su testimonio fue recogido este jueves por Radio Vaticano.
Raco tiene 50 años y es de Francavilla in Sinni, cerca de Potenza, en la región de la Basilicata, en el sur de Italia. Ha sido tratada en el hospital Le Molinette de Turin.

Se ha puesto de nuevo en pie y ha vuelto a caminar de manera inexplicable.
El obispo precisa que Raco realizó una visita de control en Turín el 24 de agosto y el profesor Chiò declaró que "desde el punto de vista de la literatura médica, nunca ha habido un caso de regresión de la enfermedad".

"Se puede decir que es un acontecimiento extraordinario", ha dicho el prelado.

Los médicos, sorprendidos

El pasado 25 de agosto, Raco explicó al diario católico italiano "Avvenire" las circunstancias de esa visita médica con su marido.

"Yo estaba ansiosa de reencontrarme con los médicos; esperaba que alguno me dijera que ya no tenía nada --recuerda--. Durante esa visita, vi el asombro de los especialistas". "El profesor Chiò ha querido que explique todo lo que me está pasando sin omitir nada", explica. "Él estaba sorprendido y me dijo: ‘Me he quedado sin habla' --recuerda--. Me envió a hacer nuevas pruebas, me pidió que no suspendiera la terapia. Y, sin decir nada, me dio un beso. Y se conmovió. Yo siempre he rezado por él esperando que se descubriera cómo curar la ELA".

Fue el profesor Chiò quien envió el dossier clínico al obispo que lo hará llegar a la oficina de Lourdes. Un equipo médico analizará la cuestión no sólo desde el punto de vista médico, sino también desde el punto de vista teológico.

Una voz que calma

Raco ha explicado a "Avvenire" la historia de esta curación: "En Lourdes, yo no pedí un milagro. Yo recé a la Virgen para que me diera la fuerza de vivir con dignidad cada instante que me quedaba", indica.

"Los casos de Piergiorgio Welby y de Eluana Englaro [dos casos de eutanasia muy mediáticos en Italia] me impresionaron; se interrumpieron las ayudas vitales de esas personas --reconoce--. Recé para no llegar a algo así".

"La vida debe ser vivida siempre y en toda circunstancia hasta el extremo -afirma--. También recé por una niña de mi pueblo que también padece ELA".

Antonietta Raco precisa: "Al entrar en el agua, fui ayudada por tres ‘damas'; dos de ellas se apartaron después y la otra continuó ayudándome". Y continúa: "Pero mientras ella estaba haciendo esto, sentí la presencia de alguien más que me sostenía por el cuello; intenté volverme, pero no había nadie; sentí un gran dolor en las piernas, después un alivio".

"Fue en ese momento cuando escuché, a mi izquierda, una voz femenina muy bella, suave, tierna, ligera --explica--. Nunca he oído nada igual; el mero hecho de oírla me alivió físicamente".

"Ella me dijo: ‘¡No tengas miedo, no tengas miedo!' --revela--. Pero yo temblaba, ¡tenía tanto miedo!, también porque era la única que oía esa voz".

El respeto de monseñor Nolé

Monseñor Nolé también ha expresado sus impresiones personales: "En primer lugar, un gran respeto hacia esta señora que ha ido a Lourdes y no ha pedido nada sino morir en paz".

El prelado continúa: "Ella dijo: "No quiero acabar como Welby, quiero que el Señor, que es dueño de la vida, sea el que tome mi vida en su mano". "Después pidió la paz y la serenidad para ella misma y para su familia. Y luego, la gracia para una niña de cuatro años que sufre también una esclerosis lateral amiotrófica", añade.

Pero sobre todo, el obispo siente respeto "porque, en Lourdes, después de haber recibido este gran don, esta señora no se lo dijo a nadie: se lo guardó para ella misma durante tres días".

"Y al volver a su casa sintió una voz interior que le invitaba: ‘¡Cuéntalo, dilo!'. Entonces preguntó: ‘¿Qué debo decir? Yo no merezco tanto, soy indigna...'", relata.
El obispo recuerda: "Yo le dije, tranquilizándola, que el Señor ha hecho este regalo no sólo para ella sino para toda la comunidad y para todos los que se enterarán, y de hecho estamos viviendo las consecuencias positivas".

La confesión a su marido

Efectivamente, la noche del 5 de agosto, después de la peregrinación, Raco sintió de nuevo la misma voz, cuando en realidad ella no había dicho nada a nadie antes.

Ella explica: "Estaba sentada en el sofá, mi marido estaba a unos metros de distancia. Sentí de nuevo claramente la misma voz que en Lourdes: ‘Llámale, díselo, llámale'".

"Yo me dije: ‘¿Pero qué debo decirle?' Y entendí otra vez: ‘Llama a tu marido, díselo'. Entonces llamé a mi marido Antonio y me levanté, di unos pasos y después volví al mismo lugar. Él no podía creer lo que estaba viendo. Y se lo dije todo", recuerda.

Antonietta Raco ha expresado su deseo de volver a Lourdes "pero como voluntaria para ayudar a los enfermos como otros me han ayudado".

Y el obispo destaca el efecto de esta curación: "He aquí que se ha vuelto a dar fervor a los que tenían fe y se ha removido la conciencia de los que la tenían tibia, apática".

"Muchos se han comprometido a ir a Lourdes, a estar disponibles para el servicio a los enfermos --explica--. Después se confronta la enfermedad y se dice: "Bien, esta señora ha recibido este milagro pero no lo había pedido. Se redescubre la gratuidad de la oración y la oración por los demás".

Monseñor Nolé insiste en el sentido de la peregrinación a Lourdes diciendo: "En el servicio a los demás, se redescubre justamente una gran fraternidad, la gratuidad de darse y de recibir dando, sin esperar recompensa material, obviamente, ni espiritual o moral: pero el servicio se convierte en sí mismo en una recompensa".

[Por Anita S. Bourdin, traducción del original francés por Patricia Navas]

sábado, 22 de agosto de 2009

Estamos dispuestos a ir a la cárcel antes que acatar ley del aborto, dicen ginecólogos


MADRID, 20 Ago. 09 (ACI).- El Dr. Esteban Rodríguez, portavoz de la plataforma de médicos de Derecho a Vivir, respondió al Ministro de Justicia de España, Francisco Caamaño, quien hace unos días dijo que ante la ley del aborto no cabe la objeción de conciencia, señalando que "estamos dispuestos a ir a la cárcel antes que acatar una ley criminal, y estamos dispuestos a cometer un presunto delito de desobediencia antes que un delito de aborto".

El médico explicó que "no mataremos a nuestros pacientes ni cometeremos un delito contra la salud pública lesionando deliberadamente la salud de las mujeres, por mucho que nos amenace el ministro de Justicia, abusando de su poder".

"Los médicos no somos soldados, ni policías, ni verdugos. No hay desobediencia civil en la negativa a matar a un ser humano, sino cumplimiento de nuestra obligación profesional", añadió.

Así, considera que, si el Gobierno cumple con la amenaza del ministro de Justicia de tratar penalmente a los objetores como desobedientes, "se generará una nueva categoría de víctimas de las leyes del aborto y de regulación de la conciencia: los ginecólogos que deseen cumplir con su deontología frente a una ideología impuesta".

Tras recordar que la objeción de conciencia debe ser respetada pues está establecida en el artículo 16 de la Constitución española, Rodríguez señaló que "nos resulta sorprendente que una ley que pretende proteger, para evitar la cárcel, a ciertos mercenarios de la Medicina, como el condenado doctor Morín, que lucran matando seres humanos a costa de lesionar la salud de las mujeres, vaya secundada de otra ley que pretende la desprotección, penando con cárcel a los médicos que traten de defender las vidas de sus pacientes y no dañar la salud de las mujeres".

"Recomendamos, que vayan pensando en crear una nueva categoría de funcionarios a cargo del ministerio de justicia o del de igualdad: los verdugos fetales", agregó el Dr. Rodríguez.

"Nos parecen altamente preocupantes las intenciones totalitarias del Ministerio de Justicia, en simbiosis con el de Igualdad. Si el anterior ministro de Justicia consiguió soliviantar a los profesionales de la judicatura, éste lo va a conseguir con los profesionales de la Medicina", concluyó.

martes, 18 de agosto de 2009

Gerard Depardieu: Las Confesiones de San Agustín calman mis interrogantes mas dolorosos


*Su apelllido significa «de parte de Dios», algo que declara «me da mucha seguridad»

16 de agosto de 2009.- El célebre artista francés cuenta cómo se engachó a San Agustín en un viaje a Roma con motivo del Jubileo del 2000. En un encuentro con el entonces papa Juan Pablo II, éste gritó a los cardenales presentes «¡Agustín! ¡Tenéis que hablarle de Agustín!». Así comenzó con las Confesiones de San Agustín. El actor francés Gérard Depardieu participó hace años en un ciclo de lecturas de San Agustín, en la catedral de Nôtre-Dame de París, declamando durante 50 minutos algunos fragmentos del libro de las Confesiones seleccionados por el escritor André Mandouze. En la siguiente entrevista, publicada por el diario «La Croix», Depardieu explica el origen y el sentido de esta iniciativa.
(Jean Marie Guènois / ReL) - ¿Podría contarnos el origen de estas lecturas?

- Todo comenzó en Roma, durante el Jubileo del 2000. Quise ir en peregrinación porque siempre he admirado mucho a Juan Pablo II. Me colocaron entre los cardenales y me presentaron al Santo Padre. Él me miró y exclamó en dirección a los cardenales que le rodeaban: «¡Agustín! ¡Tenéis que hablarle de Agustín!» El cardenal Poupard quería que hiciese una película, pero le objeté que no conocía nada de la obra de San Agustín. Me aconsejó que comenzara con las Confesiones. La lectura no me resultó fácil al inicio, pero las palabras de Agustín me cautivaron.


Su reflexión me pareció sublime y me remitió a mí mismo, a mi itinerario personal. Entre los 15 y los 17 años no sabía explicarme, no era capaz de hablar a causa de una hiperemotividad patológica. Sólo gracias a las palabras de los demás, de los escritores, logré sosegarme. Cuando leí a San Agustín rechacé la idea de la película, porque la imagen ata. Mientras que las palabras de Agustín y lo que dejan entender nos ofrecen toda su verdadera dimensión. Me he atado a ese libro, hasta el punto de que me sigue atrayendo con fuerza a pesar de que lo leo todos los días. He estado acudiendo durante veinte años a un psicoanalista. Pues los libros X y XI de las Confesiones (¡un pozo de referencias para los psicoanalistas!) ofrecen respuestas a nuestras preguntas más íntimas y calman nuestros interrogantes más dolorosos.
«Le escuché enseguida»

- Usted ha escuchado la voz de San Agustín. ¿A qué se parece?

- ¡La escuché enseguida! Parece la poesía de un hombre que no sabe decir lo que le pasa. Esa búsqueda me toca de lleno porque me remite a mi misma fragilidad y a lo que he vivido en los momentos cruciales de mi existencia. Percibí instintivamente la irradiación, la luz y una cierta verdad de San Agustín a la vez que hicieron nacer en mí las ganas de buscar la forma de compartirlas con los demás en algún momento. Me imaginé un lugar donde la gente se recoge: iglesia, templo, mezquita, sinagoga. Allí encender cuatro velas que se consuman en 45 minutos – Moliére calculaba la duración de sus comedias conforme a la duración de las velas-, colocarme sin montaje alguno, simplemente anunciando en la puerta de la iglesia una lectura.

Me encontré con el presidente Bouteflika en Argelia en el 2001, en pleno recrudecimiento del fundamentalismo musulmán y sólo hablamos de San Agustín. Le dije que tenía necesidad de una guía, y él me aconsejó que hablara con André Mandouze que, por casualidad, estaba en Argelia en aquel mismo momento. Estaba impresionado, pero perdido en los libros de San Agustín. Pocos días después de nuestro encuentro, André me ofreció lo que buscaba: la historia de Agustín, su vida anterior, su conversión, el éxtasis. Me impresionó cómo San Agustín trataba a Dios de tú, el hecho de que se enfrentara directamente con Él. Quise comenzar desde esa cólera para acabar con el éxtasis. André llegó en el momento justo para indicarme el camino.

- ¿Le han hecho crecer las resonancias profundas, el camino íntimo y la cercanía de Mandouze?

- ¡Desde luego! Dejé la escuela a los 13 años, y la catequesis incluso antes de la Primera Comunión, porque el Padre Lefévre, que era mi director espiritual, me encontraba demasiado turbulento. En realidad yo era un apasionado de la vida. Goloso. Vivo. Tenía el deseo retorcido en el cuerpo de conocer todo, de entender todo. Por aquella época, en los años 50, los hijos de los pobres no se mezclaban con los de los ricos. Mi padre, hojalatero aunque llegó a ser gregario del Tour de Francia, era analfabeto, y mi madre tuvo muchos hijos.

Yo era una hierba que crecía salvaje, siempre animada por las ganas de hacer el bien. Era católico, no practicante, y siempre tenía en mí la presencia del misterio. Sin conocer nada, incluso sin saberlo, tenía la fe, pues la fe es, precisamente, las ganas de vivir, de vivir y de captar todo. Pero mis padres pusieron coto a mis ganas. La vida se ha encargado de atenderlas. He tenido que buscar mis guías. Y encontré dos: Jean Giono y su Canto del mundo. Y al final de mi adolescencia, cuando dejé Chateauroux, llevaba a mano en el bolsillo las Relatos de un peregino ruso. Siempre tenía en lo más profundo de mí mismo la súplica «¡Señor Jesús, ten piedad de mí!». Suspiraba con ella, y me quitaba todos mis temores. Estaba cargado de espiritualidad sin saberlo.

jueves, 11 de junio de 2009

Olga Bejano - Pentapléjiga española cuyo testimonio hizo desistir a cuatro personas de suicidarse


Mari Carmen Domínguez, madre de Olga Bejano, la pentapléjica más famosa de España fallecida en diciembre pasado, afirmó que gracias a los libros que con esfuerzo escribió su hija, cuatro personas desistieron de suicidarse.

"Sólo por esas personas valió la pena que Olga escribiera los libros", expresó la madre en el marco de la presentación del cuarto libro de Olga, "Alas Rotas", publicado en Madrid.

Olga Bejano no podía ver, hablar, moverse ni respirar sin asistencia. Necesitaba ayuda para todo. Sin embargo, con mucha paciencia pudo escribir cuatro libros a base de leves garabatos que interpretaba su enfermera.

Mari Carmen recordó que tras escribir "Voz de Papel" y "Alma de color salmón", empezaron "a llegar decenas de cartas al principio, cientos pasados unos meses, y miles con los años (…) entre esas cartas habían por lo menos cuatro que contenían una experiencia vital estremecedora: habían pensado en quitarse la vida y tras leer los libros de Olga manifestaban que habían cogido gusto por la existencia".

Por ello, la madre aseguró que la misión de Olga ha sido "acercar a la gente a Dios". "No tengo dudas de que Dios la eligió para esa misión y los frutos que dio son innumerables", expresó.

Más información sobre el cuarto libro, "Alas Rotas", en www.libroslibres.com

Tomado de ACI Prensa

sábado, 30 de mayo de 2009

Padre Jozo - Medjugorje - El mensaje de la Virgen María

El padre Jozo era el párroco de la Iglesia de San Santiago Apóstol, en Medjugorje, Bosnia y Herzegovina, cuando empezaron las apariciones a los seis chicos. Las apariciones aún continuan.

1a Parte


2a Parte


3a Parte


4a Parte


5a Parte


6a Parte

domingo, 10 de mayo de 2009

Son by four: Cantando para Dios



BIOGRAFIA

En el año 1996, surge como una iniciativa de los hermanos Carlos y Jorge Montes y su primo Pedro Quiles lo que después de la llegada de Ángel López se convertiría en el grupo Son by four.

En su segundo álbum, alcanzaron el éxito internacional cuando la canción "A Puro Dolor" se coloca en el primer lugar de las listas de popularidad en el mundo hispano, mientras su versión en inglés recorre Europa, especialmente España, Holanda, Suiza, Alemania y llegando a través de las ondas radiales a lugares tan distantes como Tailandia, Singapur y Japón. Pero con el éxito y fama del mundo, llegaron también los problemas.

Todos nuestros sueños se hicieron realidad, pero en vez de felicidad, gozo y satisfacción, tantos premios y galardones habían traído consigo envidias, celos, avaricia y soberbia; terminando todo con una disputa en los tribunales por los derechos de la marca Son by four y la salida de Ángel López del grupo.

La Gloria del mundo no pudo llenar el vacío de nuestras vidas. Mientras luchábamos en vano por recobrar lo perdido, nos dimos cuenta poco a poco que no luchábamos contra fuerzas humanas. El Rey del Universo había puesto su mirada en tres muchachos del campo, inexpertos e indignos. Él tenía un plan mucho más importante para nosotros.

Jesús hace su entrada triunfal en nuestras vidas, pero con Él trae también su muerte; muerte a la vanidad, al reconocimiento, a la vanagloria y a la fama que da el mundo, pero más importante aún, trae su resurrección a nuestras vidas.

Aquella promesa, aquél Bautismo que una vez nos hizo parte del Pueblo de Dios, había reclamado lo que le pertenecía a Cristo desde antes de la Creación.

Hoy, Son by four pertenece sólo a Cristo y a su Iglesia y desde su parroquia en Ciales, Puerto Rico, somos enviados al mundo con un testimonio sencillo, sin armaduras, pero con aquella Piedra que sigue derribando gigantes: Jesucristo nuestro Señor.

Recuerden que uno es el Bautismo, uno es el Cuerpo y uno sólo el Pan de Vida. Reciban la gracia y la paz que vienen de nuestro Padre, nuestro Señor Jesucristo y del Espíritu que nos santifica por siempre. Amén.

Con Amor, Son by Four

Fuente: Página oficial de Son by Four

domingo, 3 de mayo de 2009

P. John Corapi: Dios es Misericordia

Antes de ser sacerdote, el padre John Corapi sirvió como "Boina Verde" (Green Beret), llegó a ser un vendedor de bienes raíces con un yate, Ferrari y casa a las orillas del mar. Pero adentro se sentía vacío y empezó a usar cocaína. A causa de su adicción, perdió su trabajo y su casa. Sin dinero vivió en las calles de Los Angeles. Por las oraciones de su madre - y la intercesión de la Virgen María - hizo un cambio. Finalmente se acercó a un sacerdote para confesarse. Después de contar su pecados, anunció al confesor, "Padre, creo que Dios me llama al sacerdocio."
Obviamente asombrado, el padre notó algo más. "John," le dijo, "son exactamente las tres de la tarde, la hora de la Misericordia Divina..." (Fuente: http://www.geocities.com/Heartland/2964/misericordiadivina.html).




Otros videos del P. Corapi en: http://www.youtube.com/fathercorapi

viernes, 17 de abril de 2009

Un excomunista no creyente y un investigador de Harvard opinan sobre la polémica por afirmación del Papa sobre los preservativos y el SIDA


Excomunista y no creyente comprende mejor al Papa

Investigador de Harvard coincide con el Papa sobre los preservativos en África

Pero, ¿por qué la polémica? ¿Qué fue lo que dijo el Papa en su viaje a África sobre los preservativos y el sida?

“Cuando un periodista a bordo del avión en viaje a Camerún le preguntó sobre el Sida en África, y afirmó que "la postura de la Iglesia católica sobre el modo de luchar contra el Sida es considerada a menudo no realista ni eficaz", Benedicto XVI le respondió textualmente de esta manera:
"Yo diría lo contrario: pienso que la realidad más eficiente, más presente en el frente de la lucha contra el Sida es precisamente la Iglesia católica, con sus movimientos, con sus diversas realidades. Pienso en la comunidad de San Egidio que hace tanto, visible e invisiblemente, en la lucha contra el Sida, en los Camilos, en todas las monjas que están a disposición de los enfermos... Diría que no se puede superar el problema del Sida sólo con eslóganes publicitarios. Si no está el alma, si no se ayuda a los africanos, no se puede solucionar este flagelo sólo distribuyendo profilácticos: al contrario, existe el riesgo de aumentar el problema. La solución puede encontrarse sólo en un doble empeño: el primero, una humanización de la sexualidad, es decir, una renovación espiritual y humana que traiga consigo una nueva forma de comportarse uno con el otro, y segundo, una verdadera amistad también y sobre todo hacia las personas que sufren, la disponibilidad incluso con sacrificios, con renuncias personales, a estar con los que sufren. Y estos son factores que ayudan y que traen progresos visibles. Por tanto, diría, esta doble fuerza nuestra de renovar al hombre interiormente, de dar fuerza espiritual y humana para un comportamiento justo hacia el propio cuerpo y hacia el prójimo, y esta capacidad de sufrir con los que sufren, de permanecer en los momentos de prueba. Me parece que ésta es la respuesta correcta, y que la Iglesia hace esto y ofrece así una contribución grandísima e importante. Agradecemos a todos los que lo hacen".

martes, 13 de enero de 2009

El Dr. Takashi Nagai y la bomba atómica


Artículo publicado en Capellanía Universitaria (Universidad de Navarra)


La historia de Takashi

Takashi Nagai había nacido en 1908 en Isumo, cerca de Hiroshima, en el seno de una familia con cinco hijos y de religión sintoísta. En 1928 ingresa en la facultad de medicina de Nagasaki. "Desde la época de mis estudios de secundaria -escribirá más tarde- me había convertido en prisionero del materialismo. Nada más ingresar en la facultad de medicina me obligaron a diseccionar cadáveres... Sentía gran admiración por la maravillosa estructura del conjunto del cuerpo humano, por la minuciosa organización de sus más pequeñas partes. Pero aquello que estaba manejando no era más que pura materia. ¿Y el alma? Un fantasma inventado por unos impostores para engañar a la gente sencilla".

La última mirada de una madre

Un día de 1930 recibe un telegrama de su padre: "¡Ven a casa!". Presintiendo alguna desgracia, parte a toda prisa. Al llegar, se entera con estupor de que su madre ha sufrido un ataque y de que ha perdido el habla. Se sienta a su lado y lee en su mirada un último adiós. Aquella experiencia de la muerte cambiará su vida: "Con su última y penetrante mirada, mi madre derrumbó el marco ideológico que yo había construido. Aquella mujer, que me había dado la vida y que me había educado, aquella mujer que no había tenido ni un momento de respiro en su amor por mí, me habló con toda claridad en los últimos instantes de su vida. Su mirada me decía que el espíritu del hombre sigue viviendo después de la muerte. Todo me llegaba como una intuición, una intuición que contenía el sabor de la verdad".

Takashi emprende entonces la lectura de los "Pensamientos" de Pascal, autor francés del siglo XVII, poeta y erudito. "El alma, la eternidad... Dios. ¡Así que el físico Pascal, nuestro gran predecesor, había admitido con seriedad aquellas cosas!, se dijo. ¡Ese incomparable sabio creía verdaderamente en ello! ¿En qué consistía aquella fe católica para que el sabio Pascal la aceptara, sin contradecir por ello su ciencia?" Pascal explica que a Dios se le puede encontrar mediante la fe y la oración. Incluso si todavía no podéis creer -dice- no desatendáis la oración ni la asistencia a la Misa. Si me siento siempre dispuesto a comprobar una hipótesis en el laboratorio -piensa Nagai-, ¿por qué no probar esa oración en la que tanto insiste Pascal? Y toma la decisión de buscar una familia católica que le acepte como pensionista durante sus estudios. Aquello le permitirá conocer el catolicismo y la oración cristiana.

La familia Moriyama

Es acogido en la familia Moriyama. El señor Moriyama, tratante de ganado, desciende de uno de esos antiguos linajes cristianos que, a lo largo de 250 años de persecuciones, supieron conservar la fe que san Francisco Javier llevó hasta el Japón. La pureza de aquella fe cristiana asombra al joven Nagai: ¡unos humildes granjeros le enseñan con su ejemplo aquello en lo que había creído el gran sabio Pascal!

En marzo de 1932, una grave otitis le deja sordo del oído derecho, trastornando con ello sus proyectos de futuro; al no poder hacer uso del estetoscopio, debe renunciar a la medicina general, orientando entonces sus estudios hacia la medicina radiológica, que inicia su andadura en Japón, y que le hace tomar conciencia de las enormes posibilidades que esta ciencia ofrece a los médicos para descubrir el origen de las enfermedades.

El señor y la señora Moriyama tienen una hija, Midori, maestra en otra ciudad. Los tres rezan por la conversión de Takashi, pensando que quizás Dios lo haya enviado con este propósito. El 25 de diciembre de 1932, Midori se encuentra en casa de sus padres con motivo de la Navidad. -Doctor -pregunta el señor Moriyama a Takashi-, por qué no viene con nosotros a la Misa del gallo? -¡Pero si no soy cristiano! -No importa, tampoco lo eran los pastores y los Reyes Magos que acudieron al establo. Sin embargo, cuando vieron al Niño creyeron. Si no viene a rezar a la iglesia, nunca llegará a creer.

Después de unos instantes, Nagai es el primero en sorprenderse cuando responde: -Sí, me gustaría acompañarles esta noche.

Cinco mil cristianos llenan la catedral, cantando todos el mismo Credo en latín. Nagai queda fuertemente impresionado y alentado en su reflexión sobre la religión católica, pero sin dejarse convencer.

El pequeño catecismo de Midori

Una noche, el señor Moriyama acude a despertar a Takashi: Midori se retuerce de dolor en su lecho. El joven médico diagnostica enseguida una apendicitis aguda, y oye cómo el señor Moriyama murmura: "Es la voluntad de Dios. ¿Quién sabe qué gracia nos depara?"

A pesar de la abundante nieve, Takashi corre a la escuela vecina para telefonear al hospital: -¿Oiga? ¿Oiga? El 32 00, por favor, es urgente... ¿Oiga? Aquí Nagai. ¿Quién está de guardia esta noche? Bien, ¿puede llamarlo, por favor? Acude a la llamada un amigo suyo, y Nagai le pregunta si puede realizar de inmediato una apendicectomía. Ante una respuesta afirmativa, Takashi regresa a buscar a Midori: -Con toda esta nieve, llamar a un taxi sería una pérdida de tiempo. No podemos arriesgarnos a esperar. Y, dirigiéndose al señor Moriyama: -Si usted va delante con la linterna, yo mismo puedo llevar en brazos a Midori.

Durante el trayecto, Takashi se percata de que el corazón de Midori late cada vez más deprisa y de que está ardiendo de fiebre. Su vida corre peligro, por lo que apresura el paso. ¡Por fin llegan al hospital! La sala de operaciones está preparada y, siete minutos después, todo ha terminado. Midori está a salvo. En agradecimiento, ella hará todo lo posible para obtener la conversión de su salvador.

Al año siguiente, Takashi es movilizado por el ejército japonés y parte a combatir contra los chinos en Manchuria. En un paquete enviado por Midori hay un pequeño catecismo que lee con interés. Al cabo de un año regresa a su país, casi desesperado por la toma de conciencia sobre los desórdenes de su vida y por el recuerdo de los terribles espectáculos de la guerra. Se dirige entonces a la catedral de Nagasaki, donde un sacerdote japonés le recibe y conversa con él durante mucho tiempo. Animado por aquella entrevista, Takashi reanuda su trabajo de radiología y empieza a estudiar la Biblia, la liturgia y las oraciones de los católicos. Pero las exigencias morales del Evangelio y la necesidad de separarse de los lazos religiosos sintoístas de su familia siguen siendo un obstáculo para su conversión.

Un día, en medio de sus dudas, retoma los "Pensamientos" de Pascal y se le presenta una frase que llama su atención: "Hay suficiente luz para quienes sólo desean ver, y bastante oscuridad para quienes mantienen una disposición contraria". De repente, todo queda claro para él. Toma una decisión y pide el bautismo, que recibe en junio de 1934, con el nombre de Pablo, en recuerdo de san Pablo Miki, mártir japonés crucificado en Nagasaki en 1597.

Dos meses después se casa con Midori, pero antes ha querido que ésta conociera los graves riesgos a los que se expone por su profesión. En efecto, pues los radiólogos de la época no tenían medios para protegerse suficientemente de los rayos X. Midori comprende el peligro que corre la vida de Takashi, pero entiende sus puntos de vista y comparte su ideal de "pionero" para salvar vidas humanas. Nagai se convertirá en algo más que un médico, en un apóstol de la caridad para con el prójimo. Escribe lo siguiente: "La labor del médico consiste en sufrir y en alegrarse con sus pacientes, en ingeniárselas para disminuir los sufrimientos como si fueran los suyos propios. Hay que simpatizar con su dolor. A fin de cuentas, no obstante, quien cura al enfermo no es el médico sino la complacencia divina. Una vez se ha comprendido eso, el diagnóstico médico engendra la oración".

Movilizado de nuevo entre junio de 1937 y marzo de 1949, participa como médico en la guerra chino-japonesa. Su dedicación a todos, se trate de militares japoneses o de chinos, de mujeres, niños y ancianos arrastrados sin piedad a terribles matanzas, ha tomado un cariz heroico. A su regreso al Japón, las peticiones de radiografías se multiplican. Muy pronto, Takashi constata en sus manos unas marcas inquietantes y, además, se encuentra muchas veces agotado. En su diario anota que, en ocasiones, cuando se siente completamente decaído, cierra la puerta y se sienta ante la estatua de María que tiene en su despacho, rezando el Rosario y recuperando de este modo poco a poco la paz interior.

Tres años de vida

Un colega de Takashi le persuade sobre la conveniencia de hacerse una radiografía. Una mañana de junio de 1945 cumple con ello: -Prepare el aparato, dice a su ayudante. -Pero, doctor, aún no ha llegado ningún paciente. -Yo soy el paciente, responde Nagai mostrando su pecho. -¿Y el médico? -¡Aquí está!, dice señalando sus ojos.

Al ver la radiografía, Nagai se queda sin respiración. En el lado izquierdo aparece una ancha placa negra: hipertrofia del bazo, por lo que el diagnóstico es una leucemia. Takashi murmura: "Señor, no soy más que un siervo inútil. Protege a Midori y a nuestros dos hijos. Hágase en mí según tu voluntad". El doctor Kageura, jefe del departamento de medicina interna, confirma su análisis: "Leucemia crónica. Duración de la vida: tres años". Había empleado su vida en curar un gran número de enfermos, que nadie más que él habría podido radiografiar.

De regreso a casa, Takashi se lo revela todo a Midori, quien cae arrodillada ante el crucifijo que su familia había guardado durante los 250 años de persecuciones y reza durante largo tiempo, sollozando constantemente, hasta que su alma recupera la paz. También Nagai reza; siente remordimientos por haberse dedicado con ahínco a su trabajo, sin pensar lo suficiente en su esposa. Pero Midori sabe estar a la altura de las circunstancias. Al día siguiente un hombre nuevo se dirige a su trabajo: la aceptación total de la tragedia por parte de Midori y su negativa a oír hablar de "negligencia" le han colmado de fuerzas.

La explosión atómica

9 de agosto de 1945, once horas y dos minutos. Un destello cegador. Acaba de estallar una bomba atómica en Urakami, el barrio norte de Nagasaki. En la facultad de medicina, situada a 700 metros del centro de la explosión, Nagai, que se encuentra clasificando placas de radiografías, es lanzado al suelo, con el costado acribillado de trozos de cristal. La sangre brota en abundancia de su sien derecha..., los objetos se arremolinan como las hojas muertas en otoño. Muy pronto aparece una oleada ininterrumpida de heridos: siluetas ensangrentadas, ropas desgarradas, cabellos quemados, que acuden a la entrada del hospital... Una visión dantesca.

Famoso es su relato que señala:
¿Qué había pasado? No podía explicármelo. Hasta hacía pocos minutos se extendía una ciudad desde las colinas hasta las aguas del estrecho, pero ahora todo había desaparecido.
¿Qué había sido de la multitud que se agolpaba frente a la puerta del Hospital? Miré hacia allí. El patio estaba cubierto de árboles arrancados y entre ellos gran número de cadáveres desnudos.
-¡Esto es el infierno!- grité horrorizado, cubriéndome la cara con las manos.
Ningún profesor sobrevivió para poder contarlo. En los laboratorios de Medicina Clínica, construidos con hormigón y más alejados del lugar de la explosión, algunos médicos, entre ellos yo, tuvimos la suerte de salvarnos... por el momento.

¿Cómo ocurrió todo?

El 9 de agosto de 1945 la ciudad de Nagasaki estaba inmersa en la paz por última vez.
Repentinamente, el cielo se iluminó por un instante y el resplandor de una luz hizo palidecer el sol de verano. Una columna de humo blanco empezó a subir de la tierra tomando la forma de una gigantesca seta u hongo. Una luz terrible. No hubo ruido. Pero lo que aterrorizó y heló la sangre fue el soplo inmenso que se escapó de debajo de la nube blanca. A una velocidad aterradora pasó sobre las colinas y los campos arrasándolo todo. Las casas de las cimas cedieron ante su fuerza, y cada árbol del campo fue arrancado de cuajo y sus hojas desaparecieron como por encanto. Se diría que un invisible pero gigantesco cilindro compresor trituraba cuanto hallaba a su paso. Un horrible ruido hirió de súbito los oídos de los que presenciamos de lejos tan terrible espectáculo. Nos sentimos levantados, tirados contra una pared de piedra a cinco metros de allí.

Herido en la región de los ojos, creí que había perdido la vista. No era así, pero todo yo manaba sangre. Y el edificio entero se había derrumbado.

Enterrado entre los escombros, luché denodadamente hasta que terminé por salir por mi propio esfuerzo. El espectáculo que tenía ante mis ojos era apocalíptico.
Entre escalofriantes masas de carne se destacaban lentamente, a rastras, aquellos en los que había una chispa de vida. Se acercaron asiéndome fuertemente de las rodillas:
-¡Sálveme, doctor!- gemían desesperadamente.

Empezamos los primeros cuidados, pero nunca me había sentido tan impotente, tan inútil para poder ayudar a aquellos seres humanos destrozados y desgarrados por el dolor.

No podíamos atender a todos los que se agolpaban en torno a los escasos médicos supervivientes. Apenas habíamos mal vendado a uno cuando se presentaba otro con la misma súplica:
-¡Doctor, sálveme!-

Pasaron dos niños arrastrando a su padre muerto. Una mujer todavía joven llevando en su seno a un niño decapitado. Los pocos que se habían salvado marchaban de la ciudad, que empezaba a arder. Sus pies sangrantes les torturaban a cada paso. Pasando por la noche sobre un puente deteriorado, caían a veces en el foso con el herido que transportaban sobre sus espaldas.

Jamás me había sentido tan impotente como al mirar el terrible panorama de miedo, de agonía, de muerte y de destrucción. No podía hacer nada, absolutamente nada. La sangre me corría por el rostro, desde las sienes hasta la barbilla. Los ojos parecía que me iban a estallar.

A veces, queriendo incorporar un cuerpo para ver si retenía aún señales de vida, se deshacía en nuestras manos como el fango pegajoso. Solamente unos cabellos se adherían a nuestro tacto.

Miré al cielo donde flotaba todavía, en reflejos de apocalipsis la monstruosa nube radioactiva...

Al día siguiente, 10 de agosto, el Dr. Nagai lo pasa curando heridos. El 11 va en busca de Midori, su esposa, que se había quedado en casa, mientras que los hijos y la abuela se encontraban seguros en la montaña desde el 7 de agosto. Le resulta muy difícil encontrar la ubicación de su casa en una zona llena de tejas y cenizas. Entre los restos de la casa encuentra a su esposa calcinada. Postrado de rodillas, reza y llora, recogiendo después los huesos en un recipiente. Ve brillar algo en el polvo de los huesos de la mano derecha de ella: ¡Es su rosario! Inclinando la cabeza dice: "Dios mío, te doy las gracias por haberle permitido morir rezando..." Mientras los habitantes del lugar temen volver a Urakami, el barrio católico epicentro de la bomba, Nagai declara: "¡Yo quiero ser el primero en vivir allí!". Se construye un refugio cerca de su antigua casa, con algunas chapas apoyadas en los restos de un muro, y coloca delante dos piedras formando un fogón improvisado sobre el que cuelga un caldero. Al lado hay una vieja botella sin cuello; su reserva de agua. Como única ropa cuenta con uno de los uniformes de marino que el ejército ha distribuido a los siniestrados. Al empezar a desescombrar la que fue su casa, descubre el crucifijo que había pertenecido al altar de la familia y piensa: "He sido desposeído de todo y sólo he encontrado este crucifijo".

El 23 de noviembre de 1945, Nagai es invitado a tomar la palabra en una Misa de réquiem celebrada junto a los escombros de la catedral de Urakami, el barrio católico de Nagasaki. En su mística intervención, con sentimiento de comprensión y perdón, poco frecuente en lo humano, yo diría que hablando con la mirada de los dioses, señala:
El holocausto de Jesucristo en el Calvario ilumina y confiere significado al holocausto de Nagasaki. En la mañana del 9 de agosto una bomba atómica explosionaba en nuestro barrio. En un instante, 8.000 cristianos fueron llamados a la presencia de Dios... En la medianoche de aquel día, nuestra catedral se incendió de repente y se consumió... Es evidente que existe una profunda relación entre la destrucción de esta ciudad cristiana y el fin de la guerra. Nagasaki era sin duda la víctima elegida, el cordero sin mancha, holocausto ofrecido sobre el altar del sacrificio, aniquilado por los pecados de todas las naciones durante la Segunda Guerra Mundial... ¡Debemos agradecer que Nagasaki haya sido elegida para ese holocausto! Debemos agradecerlo, porque a través de ese sacrificio ha llegado la paz al mundo, así como la libertad religiosa al Japón.

El 15 de agosto de 1945, a mediodía, la radio transmite un mensaje del emperador anunciando la capitulación del Japón. A principios de septiembre, Nagai agoniza. Las radiaciones de la bomba atómica han agravado su enfermedad. Recibe los últimos sacramentos y dice: "Muero contento", y luego entra en semicoma. Le traen agua de la gruta de Lourdes construida no muy lejos de allí por el padre Maximiliano María Kolbe. Al día siguiente Takashi se encuentra fuera de peligro y atribuye al padre Kolbe (hoy canonizado) la remisión de seis años que le deja la enfermedad.
En marzo de 1951 el estado de salud del médico es alarmante, sin que por ello se vea alterado su habitual buen humor. En abril escribe su último libro y, nada más terminarlo, sufre una hemorragia cerebral. Lo llevan al hospital, y allí pierde el conocimiento. Muere el 1 de mayo.

Al final de su libro "Las campanas de Nagasaki" el Dr. Nagai escribe lo siguiente:
¿La humanidad podrá ser feliz en la era atómica? ¿O será desdichada? ¿Cómo iba a utilizarse esa arma de doble filo escondida por Dios en el universo y descubierta ahora por el hombre? Un uso correcto podría permitir un rápido progreso de la civilización, pero un uso inadecuado podría destruir el mundo. La decisión reside en el libre albedrío del hombre, que tiene su destino en sus propias manos. Cuando uno piensa en ello le invade el terror y, por mi parte, creo que la única garantía en este campo reside en un verdadero espíritu religioso...
Tres días después del holocausto de Hiroshima, cuando el bombardero B29 llamado Bock's Car, despegó de la base área de Tinian en las Islas Marianas la madrugada del 9 de agosto de 1945 su objetivo era la ciudad japonesa de Kokura y su misión lanzar la segunda bomba atómica, sobre territorio japonés para forzar la capitulación definitiva de las fuerzas niponas. Sin embargo la bomba fue lanzada sobre Nagasaki... La decisión se debió al mal tiempo con el avión quedándose sin combustible y era necesario actuar con rapidez. Estados Unidos tenía solo dos bombas, la Little Boy de uranio y 13 kilotones, que tres días antes había destruido Hiroshima, y la Fat Man, más grande con carga de plutonio y 22 kilotones de TNT. Después de casi una hora sobrevolando el avión sobre Kokura, la aeronave no podía mantenerse en vuelo por más de media hora. Sweeney, el capitán del bombardero se dirigió hacia la cercana ciudad de Nagasaki, otro de los posibles objetivos de la misión. Las nubes cubrían también la ciudad de Nagasaki. Sobre el objetivo un claro se abrió entre las nubes y Kermit Beahan no dudó en lanzar "Fat Man". A las once y dos minutos inició "Fat Man" su corta caída hacia el corazón de una de las primeras ciudades japonesas que en el siglo XVI se habían abierto al cristianismo y al comercio con Occidente. La bomba de plutonio hizo explosión a una altura de 500 metros sobre el distrito de Urakami. En 1995 el copiloto Don Albury relató al New Herald: "Vi el destello y pensé: Dios ¿qué hemos hecho?".

Nagasaki fue arrasada por la segunda bomba atómica el 9 de agosto de 1945 a las once horas y dos minutos. El centro de la explosión se situó en el barrio de Urakami, habitado en su mayoría por los católicos de la ciudad. Hubo 9.000º de temperatura, 72.000 muertos y 100.000 heridos.
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